Aquí aún, no lo dudes. Mañana también.

Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié

En el marco del Día del Cine Chileno, es necesario caer en la reflexión de qué es, en esencia, lo que se termina conmemorando o, con una mirada actual, qué es lo que terminamos por “celebrar”. ¿Es el recuerdo y la conmemoración de cineastas que fueron extirpados horriblemente de este mundo? Indudablemente sí. ¿Es acaso la celebración de la práctica del arte, en el fin del mundo? Actualmente también. ¿Pero y luego? ¿Es, a su vez, el pináculo de una trayectoria que en su momento nació de un grupo oligárquico y privilegiado, el cual se iba a estudiar al extranjero para luego volver e intentar replicar un modelo foráneo, concentrando el medio en ese mismo círculo privilegiado, condensado hoy en una efeméride? ¿Actualmente dicha efeméride, y así también el arte del cine sigue en posesión de ese grupo “aristocrático”?

Sin dudas y con el paso del tiempo existe mucho más pluralismo, pero lo que es cierto dado que no es inherente al privilegio, es que sin dejar de lado la real conmemoración y la transformación de aquella, es el hecho de glorificar las ansias de escape y la disconformidad ante lo dado, debido a que ese es el origen de los deseos y la materialización de los sueños, incluso de los que ya no están con nosotros en cuerpo, pero sí persisten a través de su legado y aporte a nuestro arte.

El hombre que imaginaba, estrenada en 1998, dirigida, producida y coescrita por Claudio Sapiaín, aborda la singular historia de Jota, un conductor de televisión quien, desgastado de su rutina y de lo superfluo, a la vez que efectista de su trabajo, decide dar un nuevo inicio y, de la mano de su imaginación, escribir la historia más original del mundo. En el camino conocerá a Jimena, una enigmática prostituta quien lo desafía continuamente, Ulises, un hombre el cual padece una extraña enfermedad la cual no está reconocida en el sistema, y una serie de otros exóticos y didácticos personajes los cuales aportarán una pieza más a este caprichoso rompecabezas.

Es difícil intentar acomodarse y anteponerse ante una primera impresión de la cinta, dado que se presenta con un tono completamente enigmático, para luego pasar a la comedia. Esa dinámica por contraposición se encuentra por todo el argumento y, a medida que éste progresa, se subvierten las distintas expectativas dado que los personajes y las situaciones, así como los distintos diálogos, están en función de desorientar y descolocar, de buena manera, al espectador y sus potenciales líneas argumentales internas.

Hablar desde la metaficción no solo potencia lo anterior, sino que también otorga una libertad creativa a la hora de plantear distintos tópicos a través de situaciones comunes y revisitadas con anterioridad, la cual calza muy bien con el tono surreal que va adquiriendo el argumento conforme se desarrolla.

Desde esa holgada línea vital, resulta satisfactorio abordar desde la ridiculez, problemas inexistentes como los de las clases acomodadas tratándolas irónicamente como personajes comunes y corrientes dentro de la sociedad chilena, como se ha hecho en demasía a través de las producciones cinematográficas o, con incluso más vehemencia, en las teleseries actuales y contemporáneas a El hombre que imaginaba. Y, como contrapunto, también contemplar la desesperación del individuo en soledad enfrentándose ya en desventaja y con una derrota segura, ante un sistema tan indolente como masivo, que ni siquiera lo reconoce en su singularidad ni está dispuesto a integrarlo, con el fin de tratarlo y sanar así ya sea su enfermedad, o sencillamente ayudarlo a apaciguar la desesperación que lo queja.

Independientemente del nivel de protagonismo de los distintos personajes, se puede apreciar que, dentro de sus distintos mundos y singularidades, fiel al deseo Jota, cada uno termina por volverse único y formar parte, aparentemente, del oasis que éste esperaba. Y pese a que, en sus mismas palabras, todos eran perdedores, lo curioso es que el sistema que los rodea termina por considerarlos delincuentes y terroristas, algo completamente paradójico dada la calidad inocua del fracaso.

¿Una o un perdedor puede ser considerado una amenaza?

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