Un invierno, una primavera

Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié

Comenzar a filosofar sobre las concepciones del bien y del mal; de lo correcto o incorrecto; incluso algo menos determinante como lo aceptado o tolerable, es sin lugar a duda algo necesario, puesto que los paradigmas van mutando, evolucionando o involucionando con el girar del segundero. Sin embargo, tales pensamientos se dan, por lo general, en ambientes específicos y poco conectados con la realidad. Ese tipo de filosofía, en un ambiente impropio, no es más que poesía.

Así, todo ser sintiente y pensante, sabe lo que está “bien o mal”, de acuerdo con su más primitiva reacción, pero ¿qué hacer entonces frente a algo tan volátil ante los ojos y el corazón, algo tan estudiado, definido, descrito y anhelado como el amor?

Efectivamente el deseo del sentimiento, la real percepción del mismo, tanto como la confusión de este, puede generar distintas reacciones, unas aceptadas y otras aborrecidas, dado que, como bien sabemos, tal sentimiento jamás viene solo. Pero sin querer caer en la ya exigua y mencionada poesía, no podría existir el amor sin la soledad, así como la muerte sin el tiempo, y en base a eso, podemos estar de acuerdo en que nadie quiere irse a dormir sin antes recibir un cálido abrazo.

No cometerás actos impuros (Decálogo 6) de 1990, dirigida y coescrita por Krzysztof Kieślowski es la sexta entrega de la serie, originalmente pensada para la televisión polaca, en la que dramáticamente se abordan y reinterpretan, bajo una mirada actual, los diez mandamientos cristianos. En este capítulo, la historia se centra en
Tomek, un joven de diecinueve años el cual espía, a través de un catalejo, a su vecina de la torre de enfrente, Magda. Ambos personajes en sí se presentan como contrapartes. Él, un joven solitario, inexperto sexualmente, obsesivo y creyente del amor. Ella, una mujer realizada, sexualmente activa, despreocupada y desinteresada de los
sentimientos afectivos. A medida que la trama progresa, la interacción de ambos irá develando niveles escondidos de sus personalidades, incluso subvirtiendo, en parte, sus roles.

Si bien, los capítulos anteriormente revisados en estas instancias (Decálogo 1: Amarás a Dios sobre todas las cosas y Decálogo 2: No tomarás el nombre de Dios en vano) abordaban de manera dramática temáticas humanas que dependían en buena medida con el azar y el incontrolable caos del mundo (la resistencia del hielo y la progresión
de la enfermedad, respectivamente), Decálogo 6: No cometerás actos impuros, se sustenta completamente en las relaciones humanas y las consecuencias de las acciones desmedidas en los demás. En este caso, la película, dentro de las ya mencionadas, es la que más juega con la verosimilitud a la hora de plantear la trama, situando al espectador en una posición un tanto difícil, debido a lo ilógico que en primera instancia resuena la templanza con la que a la larga actúa Magda al enterarse del actuar de su acosador. Lo mismo pasa con Tomek y su obsesión transformada, variando de excitación y perversión, a mera admiración e idealismo de la figura de su vecina. Sin embargo, sorteando la verosimilitud oblicua, se manifiestan distintos aspectos y acciones de la backstory de los protagonistas los cuales van alimentando las ansias por empatizar con ellos, a pesar de su actuar completamente cuestionable, dado que, a través de la vulnerabilidad se vislumbran aristas completamente humanas y atemporales.

Desde la falta o pérdida de amigos, familiares, amantes, parejas o incluso nuestra aparente esencia, a todos nos une la necesidad o la creencia de querer mantener aquello que nos hizo felices en algún punto de nuestras vidas y, de la mano con el incesante miedo a la soledad y el rechazo, nos aferramos celosamente a la idealización de aquellos caprichosos fantasmas con la esperanza de que se manifiesten con la misma materialidad que antaño. Lamentablemente la aguja está viva y no parará por más que lo deseemos. Cabe preguntarse si efectivamente tal felicidad es compatible con el ideal actual, o simplemente son los intentos de la fantasía por encontrarle una nueva
cara al amor.

Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié, sobre «No Amarás» (1990), de Krzysztof Kieślowski.

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