Un espejo opaco

Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié

Pensar en la realidad y cómo ésta es de una manera concreta es un despropósito. No porque existan tantas realidades como seres en el mundo, sino porque su percepción está en constante mutación. De esa manera, es pertinente cuestionar la construcción que hemos hecho de ella, cómo la entendemos y cómo la afrontamos. Sin embargo, más importante aun es cuestionarnos en qué medida nuestra construcción como personas, entes sociales, nuestra reacción y apreciación para con los distintos acontecimientos, es tan precisa y fiel a la realidad concreta, y qué tanto de nosotros responde a un complejo, y no tan complejo, entramado de mentiras, medias verdades o verdades mal entendidas.


No tomarás el nombre de Dios en vano (Decálogo 2) de 1990, dirigida y coescrita por Krzysztof Kieślowski es la segunda entrega de una serie, originalmente pensada para la televisión polaca, en la que dramáticamente se abordan y reinterpretan, bajo una mirada actual, los diez mandamientos cristianos. Este segundo episodio toma como pilar a la figura del médico, quien es visitado en su departamento por su vecina Dorota para consultarle sobre el estado de uno de sus pacientes, Andrzej, quien resulta ser su moribundo esposo. La preocupación de Dorota nace debido a que está embarazada de su amante y su decisión de abortar dependerá de si su esposo vive o muere. Ante las vacilaciones internas y la lucha constante con la inexorable conciencia, Dorota y el médico tomarán decisiones jugando con la moral y las consecuencias para el resto. Por cómo se presenta, las condiciones en las que se muestra su entorno y su departamento, así como sus costumbres, la figura del médico dentro del edificio dista completamente a la que está instaurada en el inconsciente colectivo. Está solo, demacrado y obsoleto al igual que su marco habitacional, encontrando su contrapunto en Dorota, quien pese a contener un dilema activo en su conciencia, se presenta en completa contraposición con la del médico, desde su aspecto personal, el trato que le da a sus plantas, hasta la apariencia de su departamento.

Incluso en mayor medida que el primer capítulo del decálogo, esta es una entrega que juega y se sustenta con creces en la backstory de los personajes principales y, si bien se van develando poco a poco aspectos de esos acontecimientos, afortunadamente se mantiene nebuloso el grueso de aquellos, quedando un espectro denso y frío de resultantes emocionales. Así se puede experimentar en la primera interacción entre el médico y Dorota, ambos se conocen y su relación no va más allá que la de meros vecinos, sin embargo, hay una distancia y un cierto rechazo mutuo, el cual entenderemos momentos después, que tiene relación con la muerte del perro del médico a manos de Dorota.

En esa misma línea, la backstory que más peso tiene a nivel emocional, tanto como peso narrativo y que se va desentrañando de manera fragmentada en conversaciones entre él y su empleada doméstica, es la historia de la familia del médico, la cual murió durante y producto de, asumimos, la segunda guerra mundial. En distintas ocasiones se logra ver al médico en constante vulnerabilidad al rememorar dicho incidente y viene a ser el componente fundamental a la hora de debatirse decisiones moralmente cuestionables que tendrán repercusiones en el futuro y para los demás personajes.

Nuevamente Krzysztof Kieślowski se reserva (o nos reserva) una serie de líneas narrativas que solo convergen y se aprecian a través de la interpretación, la sobre especulación y la revisión de su obra, pero en este caso, en el segundo capítulo de la serie, introduce un conflicto tan humano como moralmente ambiguo, dado que todos hemos mentido y hemos sido víctimas de tal maleable percepción de la realidad. Ante esto, la posición general es que preferimos la verdad, por muy dolorosa que sea, dado que al menos así, estaríamos un paso más cerca de la percepción real de la realidad.

Por mi parte aún me debato lo anterior y creo entender que, si tengo que elegir entre una opción y la otra, elegiré la que menos sufrimiento conlleve.

Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié, sobre «No tomarás el nombre de Dios en vano» (1990), de Krzysztof Kieślowski.

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