Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié
Comúnmente “esperanza” y “fe” son conceptos que se asocian a lo mismo y se utilizan como sinónimos. Ambos conceptos son humanos, sin embargo, contraria a la fe, la esperanza no distingue. Hay quien mantiene que, a mayor imperfección, mayor humanidad, pero eso solo reduce al ser humano a algo que no tiene una muy buena relación y, hasta puede decirse que cierta alergia, a la materia gris. La esperanza por lo general se aferra mucho más con uñas y dientes, ahora bien, la fe aparece cuando el miedo se vuelve protagonista y las convicciones ya no son pétreas.
Amarás a Dios sobre todas las cosas (Decálogo 1) de 1989, dirigida y coescrita por Krzysztof Kieślowski es la primera entrega de una serie originalmente pensada para la televisión polaca en la que dramáticamente se abordan y reinterpretan bajo una mirada actual los diez mandamientos cristianos. Este primer episodio se centra en Krzysztof, un profesor universitario completamente racional quien potencia y estimula mentalmente a su hijo Pawel, el cual además de poseer una inteligencia increíblemente desarrollada, mantiene un ímpetu y una curiosidad envidiables. La contraparte a la racionalidad de Krzysztof la aporta Irena, su hermana, la cual, ante el interés de su sobrino por la religión, lo termina acercando a conceptos tan ajenos a Pawel como el de “Dios”. Una prueba de convicción ante las creencias de los personajes a partir de sus distintas interpretaciones, de hechos dramáticos completamente azarosos, cotidianos, pero no por eso menos desgarradores.
Ante un primer visionado y viéndose enfrenado a los primeros minutos de metraje, el espectador podría sentirse algo descolocado dado que nos situamos en una variación de tiempo narrativo y ante personajes enigmáticos y secundarios. Afortunadamente superada esa primera barrera, sorprendentemente la película termina por encajar todos los elementos conforme ésta se desarrolla, y es ahí donde se puede valorar uno de sus mayores aciertos, dado que más allá de su trama, su intertextualidad, sus infinitas interpretaciones y, hasta cierto punto, su inconcluso análisis, al formar parte de una serie televisiva interconectada, Amarás a Dios sobre todas las cosas termina por alcanzar el objetivo que toda obra, intrínsecamente, aspira a alcanzar: la universalidad. Efectivamente es una obra que mantiene una segunda capa bastante desarrollada, pero fácilmente ante un potencial espectador que no necesita o no pretende abordar dicha capa, la cinta sigue funcionando perfectamente, porque sencillamente está bien hecha y no pretende un entendimiento menor por parte del público con tal de alcanzar un estatus que no merece dado que, recordemos, ser deliberadamente ininteligible para apelar a una “mayor inteligencia” es reflejo de ineptitud artística.
Como se dijo, infinitas son las interpretaciones, y llama bastante la atención la evolución de una figura divina en la que depositamos nuestra confianza, antaño llamada Dios. Ejemplo de ello es Krzysztof, quien casi hasta el último momento y mientras todo iba en picada, seguía aferrándose al pensamiento racional, casi como un dogma, sin considerar la mínima pizca de caos que puede existir desde el primer centímetro de nuestra puerta hacia afuera.
La fe no cesará, así como la evolución de una figura divina tampoco, precisamente porque necesitamos, de acuerdo con nuestro código genético, estar en un escalafón inferior. Así mantenemos cierta independencia y aseguramos un algo a quien delegar responsabilidades y culpar de nuestras desgracias si las cosas comienzan a salir como no esperábamos. Después de todo, además de tener la seguridad de nuestra muerte, también la tenemos acerca de nuestro sufrimiento y, teniendo eso en cuenta, es infinitamente más sencillo pensar que la merecemos y que podemos hacer algo para cambiar las cosas.