Genuinamente americana

Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié

¡Elegimos ir a la luna! Sin tener que retomar lo hablado en otras ocasiones, sabemos con todas nuestras fuerzas, hasta el cansancio, casi jadeantes, que todo esto se remite a lo mismo. El deseo, no importa de qué o para qué. Simplemente es desear y satisfacer. Pero lo anterior no quiere decir que su fin último sea el único, sino que puede tener ramificaciones, tan válidas como innecesariamente necesarias. El deseo, la pasión y la excitación pueden también expresarse en favor de un fin ulterior, pero seguirán siendo lo que son, mera satisfacción individual.

Beyond the Valley of the Dolls, estrenada en 1970, dirigida por Russ Meyer y a la vez coescrita junto al crítico cinematográfico Roger Ebert, toma como protagonista a Kelly MacNamara, vocalista del grupo The Kelly Affair, quien junto a sus compañeras Casey Anderson, Pet, y su pareja y mánager Harris Allsworth, emprenden un viaje hacia Los Ángeles, la ciudad del pecado, donde terminarán por ahogarse en los excesos y el desenfreno que la vida nocturna puede ofrecerles.

Fiel a su tiempo y producto de este mismo, la película trabaja como metáfora y sátira de lo que acontecía en Estados Unidos durante la época: la explosión hippie, la liberación sexual, la glorificación de las drogas y los fatales excesos en las fiestas. Una crítica de la vida y las prácticas que se escondían tras el telón de Hollywood, pero curiosamente, desde la ignorancia de sus ideólogos, justificando así su excesiva y edulcorada puesta en escena. Parecido en el fondo, muy en el fondo, a lo que hizo Singin’ in the Rain en 1952.

Hay que recalcar de entrada la distancia que puede marcar la cinta con el espectador dado el poco contexto que inicialmente se muestra y la dicotomía que existe al presentar la primera secuencia, tenazmente cruda y liberada despreocupadamente. Asimismo, con un ritmo y un montaje excesivamente rápido, genera una fatiga audiovisual con la información expuesta, con diálogos funcionales, casi sin silencios ni respiros durante el metraje, muy parecido a lo que se experimenta a través de Kelly cuando Z-Man Barzell la introduce en su fiesta. Así, se presenta un contraste entre la visión moral de la época y el deseo idílico de la década, el llamado o, mejor dicho, las ansias de un llamado a la aventura por parte del pecado.

Otra arista que puede jugar en contra del visionado, no así con la apreciación de la obra, catalogada hoy como una película de culto, es la mezcla y la exacerbación de géneros, un vómito de tratamientos y tramas que, parceladas, son “interrumpidas” por el desarrollo de las relaciones de los distintos personajes. Es aquí cuando se juega con el erotismo y su faceta más inquietante a la vez que extravagante, ya que aun cuando tiene atisbos de un musical, del género gore o aborda el terror, Russ Meyer, fiel a su estilo, intenta vender sexo a toda costa, sin marginación por raza, género u orientación sexual, pero manteniendo una mirada completamente personal y notoria, tal como lo hizo en Faster, Pussycat! Kill! Kill!, al usar por protagonistas a personajes femeninos, en posiciones dominantes ante los hombres, los cuales terminan por encarnar la posición antagónica.

Lo que más llamaría la atención en un primer acercamiento, dado que rompe con todo lo instalado hasta ese momento y sabiendo las fuentes creativas, vendría a ser la moraleja final. Esta decisión en un comienzo se siente completamente fuera de lugar, no solo por lo descarada que es al plantearse luego de tal trama e historia, sino porque viene en un intento de redención, a ligar tal como lo hizo el montaje secuenciado, hilos argumentales que a la larga alimentaban un tedio innecesario. Sin embargo, este mensaje cobra sentido dado que poco tiempo anterior al desarrollo de la película, sucedió el asesinato por parte de la familia Manson hacia una serie de personas, incluida Sharon Tate, una de las protagonistas de Valley of the Dolls, película que serviría como punto de partida para esta obra, pero que luego de desechar la conexión entre ambas, se terminó por parodiar dicha cinta. Considerando el cierre de la trama y su mensaje moralizador… ¿efectivamente primó el deseo y la autosatisfacción o éste se dejó de lado por una milésima de segundo en donde la sangre dejó de irrigar?

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