Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié
Valeria Sarmiento, directora y guionista de la pieza documental hoy exhibida, presentó en reiteradas ocasiones el proyecto El hombre cuando es hombre a la televisión alemana, siendo rechazada en más de una oportunidad por las autoridades debido a su concepción errónea de que solo quería hacer cine dado que su marido, Raúl Ruíz, hacía cine. Posterior al visto bueno dada la insistencia y demostrar así una voluntad real en hacer cine, cualquier país de América Latina servía como locación, sin embargo, la película se filmó finalmente en Costa Rica gracias a que la visa
de la directora no la dejaba entrar a ningún otro país de la región.
La película retoma lo que Un sueño como de colores hizo diez años antes de la realización de la presente, la condición de la mujer, sin embargo, lo hace de una manera oblicua (algo que, en palabras de la realizadora, aprendió de Raúl Ruiz) abarcando el machismo en la sociedad costarricense a modo de botón de muestra para la sociedad americana, pero principalmente desde la mirada hegemónica del hombre.
Dejando de lado los aspectos formales como su fotografía simple y el montaje en ciertas ocasiones denso debido a su carácter tautológico, la cinta es irónica pero carece de humor negro (como se ha dicho en otras ocasiones), sin embargo, eso no quita que sea una película impactante y robusta con una estela ácida y raíces satíricas, presentando un panorama impresionante en el que los hombres y mujeres en pantalla se aferran a sus comportamientos primitivos arraigados en la sociedad ochentera, la cual hoy en día se mira con desprecio pero que aún mantiene cierta presencia.
Resulta casi inverosímil que las personas que dan sus testimonios hablen con tanta soltura tomando en consideración la naturaleza de sus discursos, pero aún más inverosímil e incluso irrisoriamente desgastante, dado el
carácter casi psiquiátrico de sus palabras, es que explicando estas prácticas y desnudando ante la cámara su vida privada, exista una aceptación no solo del discurso, sino de un modo de vida que avala estas prácticas y como subtexto social, haya una fina capa que dicta una posición pétrea ante el progreso y la evolución política. Vale preguntarse si estas personas viendo el documental (que asumimos que así fue) estarían de acuerdo con sus representaciones en pantalla o asumirían la posición lógica de desprecio ante sus palabras, como así lo hizo la embajada de Costa Rica en Francia al reclamar contra el documental.
Como punto de partida, cada personaje toma el sexo como motor interpersonal. Hay una clara etapa irresoluta en cada persona que se potencia gracias a la falta de madurez y peor aún, de educación. Dicho esto, se implanta desde la infancia en las mentes de los hombres en pantalla la glorificación de la virginidad como tesoro femenino y como elemento para reafirmar su pertenencia por sobre las mujeres, dado que, una mujer virgen es vista como candidata a madre y dueña de casa, y las que no, como herramientas de descargo sexual. Miserable es escuchar
cómo en estos relatos, las que implantan esta concepción son las madres de dichos hombres.
Una de las diferencias que hay entre humanos y animales es que nosotros, en teoría, podemos anteponer el razonamiento por sobre el instinto. En la práctica lamentablemente esto no se da como regla. Usar este documental
como ejemplo de lo anterior no sería inteligente debido a que toda pieza cinematográfica pertenece al mundo del engaño, pero, lo inteligente sería relacionar lo presentado y representado en pantalla con lo que acontece en las calles, en las casas y en nuestros pensamientos más íntimos. Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus exclamaría un neandertal, pero la verdad es que no. Por simple que parezca e incluso rompiendo la concepción binaria, pertenecemos a la tierra, de aquí a la eternidad.