Nosotros, perdidos, sin fin, al fin.

Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié

¿Una víctima en calidad de víctima es víctima si debido a estar enfermo quiere dejar de serlo, pero, aun así “decide” continuar ya no solo como víctima, sino también como victimario?

Juanito, de 2021, del realizador Renato Dennis recorre el duro sendero de los pobladores movilizados por la lucha por una vivienda digna, con la ayuda de Rafael Soto, dirigente de la FENAPO (Federación Nacional de Pobladoras y
Pobladores de Chile) y el MPL (Movimiento Pobladores en Lucha), a través del personaje principal Juan Barrera, Juanito, quien luego de pasar veinte años por la cárcel debido a un homicidio, caer en la drogadicción y no poder salir de ella, termina por marginarse de manera definitiva.

La película aborda la última etapa de la vida del protagonista y, si bien, toma a Juan como el hilo conductor de la cinta, muchas veces éste sirve como dispositivo para ejemplificar y dar paso a las distintas caras de la lucha por los pobladores. De esa manera, se plantean dos aristas principales del discurso político en la película: la lucha, protesta y vida en comunidad de los pobladores, y la lucha interna de Juan; el ir y venir en la drogadicción, lo que le termina costando el espacio en el colectivo.

Esas dos aristas se ven en pugna a medida que el relato avanza debido a la fina capa de confianza que se llega a tener en tales situaciones. En ese sentido, existirá siempre un espacio en la comunidad para el que lo necesite, siempre y cuando, la comunidad no se vea comprometida por el individuo.

Resulta conmovedor ver la cara más pura de todo el proceso en las distintas movilizaciones, la gente jugando despreocupadamente, comiendo en comunidad, acompañándose en las noches y resignificando los espacios al reclamarlos momentáneamente como suyos. Desde ahí nace su sentido de pertenencia y el apoyo a quien esté en su misma posición, sin embargo, ese abrigo emocional, más adelante, es transgredido por Juan, quien, al recaer en la drogadicción, es desplazado, una vez más.

Es ahí cuando nos nace la diferencia de pensamiento acerca de los distintos tipos de desplazados, ergo, distintas categorías de desplazados. Para todos existe la gente que debido a las desigualdades sociales y la casi nula ayuda estatal están en condiciones poco dignas. A la vez, existe gente que, perteneciendo a esa población, es parte del mundo delictual y/o de la drogadicción. Como resultado y siéndole fiel a la esencia humana, terminamos por agrupar a todos en el segundo grupo debido a que es una postura mucho más sencilla, facilista y sirve en buena medida como anestesia ante la moral.

Sin embargo, pretendo abordar la posición poco ética debido dos motivos. El primero y principal, porque posiciones impopulares generan debate, estimulando así el pensamiento. El segundo y haciéndole honor al sentimiento científico/artístico del cine, porque es divertido.

¿Se puede culpar a una persona enferma que actúa precisamente bajo la programación de su enfermedad? ¿Podemos culpar a un drogadicto que cae incontables veces ante el vicio? Indudablemente no, un enfermo es un enfermo. ¿Pero qué pasa cuando debido a esa enfermedad se termina por transgredir al círculo cercano? Es válido perder la paciencia, por ende, es válido desplazar a esa clase de personas como mecanismo de protección.

¿Pero entonces qué queda para ellos? Claramente terminan siendo personajes invisibles, prueba de ello es que muchos vivan en carpas frente al palacio de gobierno y sigan ahí por años. Ante lo irresoluto y la nula respuesta de la gran mayoría (en la que me incluyo), nacen agrupaciones conformadas por gente que, en esencia y de manera suprahumana, prefieren no perder la paciencia.

Sin embargo, vuelvo a la incertidumbre anterior. Para la mayoría de los que pertenecen a la anomia, su existencia prácticamente no existe, y si estás, pero no existes, una manera de pertenecer a un lugar físico, a un lugar en la memoria de los otros y conseguir que te vayan a visitar, es con la muerte. Cabe preguntarse si Juan Barrera, Juanito, tomó la decisión correcta, dado que el suicidio en última instancia es una decisión ajena a toda clase social y ajena a la mano del sistema.

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