Mirando el abismo, nuevamente pestañeando

Escrito por: Vicente González, Equipo Cineclub Sala Sazié

“(…)Lo hago porque lo siento y me gustaría cada vez más superarme y darle entender al público que también hay arte, porque hay público que lo entiende como pornografía, grosería, el desnudo. No, para mí eso no es. Para mí es un arte. El arte es la distinción, la elegancia y lo que se lleva aquí adentro”.

Abstraídos de la dimensión física conocida como tiempo y mirándola con perspectiva, simplemente parece, huele y se ve como lo que es, una magnitud que separa y ordena acontecimientos entre los que primitivamente denominamos como pasado, presente y futuro. Y ahí se queda. Porque que el tiempo avance o se desgaste, no quiere decir que se evolucione. El cambio, como concepto amplio, efectivamente se establece en un periodo de tiempo, pero este último no tiene ninguna determinación en dichos cambios. En resumidas cuentas, tenemos celulares en los bolsillos, más automóviles que personas en el globo y varios satélites orbitando nuestro intrascendente mundo, pero ¿efectivamente somos, como raza, sociedad e individuos, distintos a lo que fuimos ayer?

De la mano de la cineasta Valeria Sarmiento, este ciclo se inaugura con dos piezas cinematográficas en esencia desconocidas, la primera de carácter documental y la segunda una jocosa ficción. Ambas no dejan de estimular la irritable fibra de sensibilidad del espectador y efectivamente esto hace sentido dado que sus estrenos no fueron ajenos a la irrisoria deliberación censuradora que trajo el golpe de estado.

El documental Un sueño como de colores de 1972, fue su ópera prima como directora. Narra la vida y los pesares de un grupo de bailarinas de un teatro de variedades, mientras paralelamente aborda el núcleo familiar de una de estas artistas conformado completamente y de manera forzada solo por mujeres, algo atípico y disruptivo con el innegable contexto nacional de la época, pero necesario dado lo enmascarado y atemporal del tópico: la condición de la mujer y las vejaciones que tienen que vivir con tal de subsistir, en este caso, en el rubro del arte y la vida nocturna.

La dueña de casa, cortometraje de ficción de 1975 filmado en el exilio, toma como protagonista a Inés, quien fiel al nombre del filme se desenvuelve en la sociedad chilena (y en un ambiente notoriamente acomodado) como dueña de casa con la particularidad de apoyar, junto a su hija, a las fuerzas armadas y despreciar todo lo relacionado con el gobierno de la Unidad Popular, mismo desprecio que se observa en su trato hacia María, su empleada doméstica.

Si bien son dos películas que difícilmente dialogan entre sí, dado los tópicos que tocan y su origen genético opuesto entre documental y ficción, la directora silenciosamente y de manera orgánica, extirpa la figura masculina como personaje de las dos piezas cinematográficas, ya que, en cuadro no se aprecia ningún personaje de sexo masculino y solo se limitan a manifestarse a través del relato.

Por otra parte, la gama de personalidades en estas mujeres es tan variada que, hasta cierto punto y como primer acercamiento, pueden llegar a ser casi una caricatura de las mismas. Sin embargo y tomando como principal
botón de muestra la cinta La dueña de casa, por más caricaturesca que pudiera parecer Inés y su hija, así como María, no dejan de ser manifestaciones y representaciones de actitudes que sí se ven en el día a día actual y también en el contemporáneo de las cintas. No olvidemos la icónica mujer en La batalla de Chile de Patricio Guzmán vociferando: “comunistas asquerosos”.

Curioso resulta pensar en los cambios fundamentales efectuados por los seres presuntamente sintientes en estos últimos cincuenta años. Curioso (y triste) resulta aceptar la derrota social y pensar en vagones que excluyen por sexo como medida de protección. Curioso resulta escuchar gritos y discursos tan nefastos como los que se expresan en las campañas que llaman a votar por cierta tendencia porque, claro, recordémoslo… no es la forma. Si lo vemos con perspectiva, los años y las noches se funden con rapidez viendo que muy poco ha variado y, ciertamente, cabe preguntarse si efectivamente algo mutará en esta ciudad gótica del tercer mundo.

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